Desde el matrimonio de la condesa Aurembiaix con el infante Pedro de Portugal (1229), esta nueva pareja se había convertido en los nuevos señores de Fraga y de otros pueblos del Cinca. Poco ha quedado escrito del infante Pedro de Portugal en su relación con Fraga, Ballobar, Zaidín o Velilla de Cinca. No obstante, trataremos de evocar su presencia.
Pocas noticias conocíamos hasta el momento de este personaje. Se trata de una figura del siglo XIII, utilizada por el rey Jaime el Conquistador para fortalecer los intereses propios del monarca. Vamos a intentar ubicarlo en su contexto.
Jaime I estaba siendo un rey fuertemente presionado por la nobleza, especialmente aragonesa, encabezada por su pariente el infante Fernando, abad de Montearagón, que aspiraba a la sucesión. Muy joven aún -su padre murió inesperadamente en la defensa de sus vasallos en la Cataluña Norte en 1213. Para tranquilizar a nobles rebeldes nombró al infante Sancho en el oficio de Procurador General de los reinos; al mismo tiempo conseguía la paz y treguas por el tiempo de un año en la asamblea de Lérida de 1214. Renovada la paz y tregua con los catalanes en 1216, obtuvo de estos una importante ayuda económica, al permitir que se aplicara el impuesto introducido por su padre, conocido como el bovaje o bovatge, cargado sobre las personas que disponían de una junta de bueyes. En 1218 abandonó definitivamente el castillo de Monzón donde fue cuidado y protegido por los templarios, en su minoría de edad. De inmediato se rodeó de fieles a su corona, especialmente relacionados con su parentesco. Entre las personas que se vincularon al rey Jaime en los años siguientes fueron Guillermo de Cervera y Guillermo de Montcada, hijo de Guillermo Ramón de Montcada, vizconde de Bearn. A ambos los agraciaría con posesiones en las riberas del Cinca y del Segre.
En realidad existieron dos Pere de Rege. El primero, ilegítimo, hijo de Pedro II de Aragón. El segundo, ilegítimo también, hijo de Jaume I el Conquistador.
PERE DEL REGE I Pedro II de Aragón, casado con María de Montpellier, con quien no quería tener relaciones carnales, acabó concibiendo a Jaime el Conquistador gracias a un engaño preparado por su camarilla. Solicitó la anulación matrimonial por vía papal, sin éxito. Sin importarle la respuesta de Roma, siguió viviendo con la dama de sus amores hasta su muerte, de quien tuvo dos hijos: Pere del Rege o Pere del Rey, nombrado sacristán de la Seo de Lérida en 1223; y Leonor, que casó con el senescal Guillem Ramón de Montcada, a quien concedió la baronía de Aitona integrada por Aitona, Soses y Serós. Este Pere de Rege tuvo vinculada la localidad de Zaidín (Saidí) a la sacristía de la Seo de Lérida. Murió en 1254. Le sucedió en el mismo oficio y cargo el infante Sancho, futuro arzobispo de Toledo.
La localidad de Ontiñena, Ontinyena u Hontinyena -tal como nos aparece en el documento que nos sirve de referencia- pertenece a la actual Comarca del Bajo/Baix Cinca. Su población se ha reducido a la tercera parte en sólo una centuria, contabilizándose -según datos de 2005- en 621 habitantes. De todos es sabido que en el año 1194 esta localidad -situada junto al Alcanadre, afluente del Cinca- fue otorgada al monasterio de Sijena por el rey Alfonso II.
Apenas existen noticias de población en el siglo XIII. Sin embargo, queremos ofrecer algunos datos para acercarnos a su conocimiento. Después del primer milenio, el crecimiento económico y demográfico se produjo principalmente en todo el territorio de los condados catalanes. De manera lenta, pero imparable, se produjo una demanda de tierras de labor. Primero se roturaron márgenes, hasta que a mediados del siglo XI apenas quedaban tierras para la explotación agrícola. No hubo más remedio que empezar a tomarlas de los vecinos, los musulmanes. Los excedentes de las propias cosechas ya no daban para la prole, y los hijos eran impulsados a la búsqueda de nuevos horizontes. Los nuevos horizontes estaban al sur de Huesca y de Graus para Aragón, y por debajo del río Llobregat para los catalanes. Así, podríamos explicar la reconquista en clave de economía y supervivencia. Durante el siglo XI, la presión cristiana por tomar nuevas tierras que necesitaba para sus hijos fue constante. Los aragoneses aspiraban llegar a la tierra llana, con agua; los catalanes, al espacio de la Cataluña nueva, hasta el Cinca y el Matarraña.
Mont·ral fue perdiendo población de forma continua. Concretamente, en el año 1427 aún mantenía activos los hornos, así como los arriendos de las hierbas. Para la década siguiente, se nos informa que el salario de los guardas de su partida era de 50 sueldos jaqueses anuales. Otra información relevante es la del año de 1434, donde su vecino Joan Scola recibió como salario 84 s.j. por la conservación y cuidado de la balsa del lugar llamada de Tosal Roig.
Sobre Mont·ral no se han conservado documentos antiguos. El que refiere la primera visita pastoral lleva fecha del 8 de marzo de 1361. En los libros de visitas a su iglesia y población quedaba anotado como topónimo la palabra Mont·Rehal, o sea, Monte Real, en catalán Mont-Real, que explica su derivación a Mont·ral. Sobre la citada visita a su iglesia nos dicen las funetes conservadas que la pila bautismal estaba tras una reja que podía cerrarse con llave. O que el rector de la misma era Guillem Dezpuig, el cual cohabitaba con una mujer llamada Menga, por cuyo motivo se le impuso un pena o multa de 100 sueldos a satisfacer en la diócesis.
En la baja Edad Media, Mont·ral y Miralsot fueron aldeas de Fraga. Concretamente, Mont·ral, además de un caserío, poseía un extenso término que confrontaba con términos de los lugares de Saidí, Alcarràs y Valmanya. Los datos más antiguos correspondientes a su población datan del año 1333, fecha en la que se contabilizaban al menos 37 familias residentes en dicha aldea y término. Posteriormente a esta fecha se produciría una lenta y progresiva despoblación.
Jayme Conesa, aiudant reboster de la Casa de la Senyora Reyna, fue nombrado para dicho cargo en documento redactado en la ciudad de Zaragoza, en el momento que la capital del Ebro celebraba Cortes con la presencia de la reina María de Luna, esposa del rey Martín el Humano.
La medina Fraga de inicios del siglo XII era una de las plazas más apetecibles para la sociedad cristiana. Con la muerte de al-Muqtadir de Zaragoza en 1082 y el fraccionamiento del amplio territorio de la Frontera Norte entre sus hijos, así como la pérdida de Toledo en 1085, alentó las esperanzas cristianas por nuevas tierras, en buena parte para dar respuesta al exceso de población de los valles pirenaicos.