El año 1868 nos trajo la mayor de las revoluciones del siglo: La Gloriosa. La reina Isabel tuvo que tomar el exilio porque sus gobiernos conservadores y moderados no supieron estar a la altura de las circunstancias, y a nivel popular se reclamaban medidas urgentes para un país que había entrado en una grave crisis económica y de prestigio político y militar (en Sudamérica proliferaron los pronunciamientos contra España). Los liberales y progresistas conspiraron desde el exterior. El mes de septiembre de ese año marcó el cambio de rumbo de la historia nacional y local. Diez alumnos fragatinos buscaron en Huesca su forma particular de progreso en diversas disciplinas: Fernando Orteu Llauder (1868), Manuel Calvo Aznar (1868), Vicente Martí Calvo (1871), Luis Jorro Barber (1872), Agustina Villanueva Chiribay (1874), Martín Rozas Miralles (1875), José Lafuerza Salarrullana (1875), Joaquín Foradada Canalda (1877) Francisco Mestres Sans (1880), y Antonio García Mediano (1882).
La presencia de estudiantes fragatinos -o de la ribera- en la actual provincia de Huesca representó un doble acontecimiento histórico. Por un lado, la provincia quedó constituida en 1833 por el decreto del ministro De Burgos, tomando a Fraga como integrante de esa nueva demarcación administrativa, segregando a Fraga de la provincia a la que pertenecía en esas fechas: Zaragoza.
Las rivalidades entre Aragón y los condes catalanes por la conquista de Lérida y Fraga también nos hablan de alianzas. Como era el caso de la del noble Ramón Guillem de Montcada, el gran senescal, que no quiso aliarse al de Barcelona, refugiándose en su destierro en la corte del de Aragón, donde permaneció al parecer varios años. Rubió i Lluch dice, sobre el origen de los conflictos con el conde y el gran senescal, que fueron por una discusión sobre el usufructo de la acequia de aguas que habían de alimentar los molinos del Montcada.
Localizar fragatinos entre la documentación conservada, que se vinculen a la vecina ribera del Segre es un trabajo más. La tarea no resulta nada fácil, más bien ardua. Pero la paciencia, y las muchas horas de dedicación, permiten extraer algunos datos minúsculos, que nos parecen grandiosos cuando se nos presentan inesperadamente. Sobre todo después de que hayan pasado tantos años, que nadie guarda memoria de ellos.
Una cuestión que despertó nuestra curiosidad intelectual desde hace largo tiempo fue la del reparto de Fraga después de ser recuperada por las armas cristianas. El siglo XI trajo una importante novedad para la historia del Bajo Cinca. Los reyes aragoneses, deseando ensanchar su reino, se propusieron la conquista de Monzón y de Barbastro. El límite de sus conquistas llegarían a las mismas puertas de Fraga, concretamente a Zaidín. Así lo reconocía el aragonés Antonio Ubieto en su descripción del “minirreino de Monzón”. El Libro Verde de la Catedral de Lérida recoge la delimitación proyectada por las aspiraciones del rey aragonés sancho Ramírez, para 1089: Dice: “por el este hacia la Clamor de Almacellas, y por el sur con Albalate de Cinca y Zaidín”. De igual manera, en el año 1092, hacía lo propio el infante Pedro de Aragón, su hijo, al redactar un documento conservado en el Archivo de la Corona de Aragón (perg. Ramón Berenguer II, nº 79), en que expresa la futura delimitación de Monzón y sus términos: “Hasta Raymat, Almacelles, Sucs y Gimenells y pasando por Zaidín...”. Es decir, las aspiraciones aragonesas en la fecha dejaban fuera de ellas a Fraga y sus numerosas aldeas.
Un curioso documento, localizado por Jean Regné, y recogido posteriormente por Rodrigo Pita Mercé en sus notas sobre judíos de Fraga, nos informa que el Archivo de la Corona de Aragón de Barcelona conserva la noticia que menciona al judío de Fraga Yakov Saparrer. Este judío fragatino se hace acompañar de un doméstico o criado, también fragatino, llamado Isaac (Yitzahk) Ely. Ambos personajes manifestaban su deseo de regresar a la judería de Fraga, situada junto a la calle Barranco, tras el Montcada. Se hallaban en Egipto, y su visita no fue precisamente turística.
Debido a un turbio asunto de infidelidad de la segunda esposa de Guillermo de Montcada, doña Teresa, con Ramón de Anglesola, pariente de dicha señora, el señor de Fraga la repudió en el año 1321. La cuestión parece que había empezado en 1319, tras unas ausencias del señor de Fraga. La residencia habitual de los nobles señores de Fraga era su palacio de Lérida o el palacio Montcada de Fraga. Después de conocer el verdadero alcance de su engaño, ocurrido especialmente mientras el noble Montcada se hallaba en las Cortes de Gerona celebradas de 1321, el marido celebró ante justicias y notarios una causa por infidelidades. Es probable que Teresa de Ayerbe y Ramón de Anglesola se conocieran de tiempo atrás, pues el dicho Ramón parece que fue tutor de Constanza de Montcada, hija de Simón de Montcada señor de Albalate de Cinca y Soses, hija habida con doña Berenguerona, casada también en segundas nupcias con Eximén Cornel, convertidos en los nuevos señores de Soses.
Guillem de Montcada fue nombrado senescal de Cataluña, como pariente más cercano de Simón de Montcada, señor de Soses, y esposo de Berenguerona de Anglesola, por fallecimiento del dicho Simón sin descendencia masculina. Durante la senescalía de Guillermo de Montcada éste tuvo una vida muy agitada como principal dignatario catalán. Inclusive por los muchos problemas en los que se halló inmerso.
La actividad prestamista de los judíos era una de las frecuentes. Por eso, y para evitar algunos abusos que se habían producido, el monarca obligó a todos los judíos de sus territorios, o sea, Aragón, Valencia y Cataluña, que no pudieran cobrar más de un dinero por libra sobre las cantidades prestadas, o lo que es lo mismo, el interés sobre lo prestado no debía sobrepasar el 5% sobre el capital.
Las primeras décadas del siglo XIV representaron el momento de esplendor de los judíos de Fraga y de otros lugares del Cinca. Recordemos algunas anécdotas de su paso por el Cinca:
El estudio de las comunidades judías de Fraga y de las riberas adyacentes – Cinca y Segre- merecen estudios amplios y profundos. A nuestro parecer, aquellas aljamas son un ejemplo vivo de cómo consiguieron sobrevivir en medio de las crisis generales del final del siglo XIII o de inicios del XIV. Periodo que coincide con la reclamación unilateral de Fraga por los aragoneses. La villa de Fraga y su amplio término habían conseguido atraer a una abundante población, y gozaba de prosperidad económica en las primeras décadas del catorce. En ese contexto próspero recordaremos algunas anécdotas de las muchas que conserva el archivo de la Corona de Aragón: