La localidad de Ontiñena, Ontinyena u Hontinyena -tal como nos aparece en el documento que nos sirve de referencia- pertenece a la actual Comarca del Bajo/Baix Cinca. Su población se ha reducido a la tercera parte en sólo una centuria, contabilizándose -según datos de 2005- en 621 habitantes. De todos es sabido que en el año 1194 esta localidad -situada junto al Alcanadre, afluente del Cinca- fue otorgada al monasterio de Sijena por el rey Alfonso II.
Aquel privilegio fue concedido en 1323, cuando se estaba produciendo una carestía de alimentos en todos los territorios de la Corona, quizá en menor medida en el Bajo/Baix Cinca. Aquella crisis de alimentos (especialmente trigo) justificaría la extraordinaria petición que los vecinos de Ontiñena dirigieron a la priora del monasterio de Sijena, la infanta Dª Blanca. La demanda de los de Ontiñena consistía en que le fueran reducidos los impuestos. Petición poco usual, como inusuales debieron ser aquellos años de subsistencia.
La citada priora del monasterio se reunió con las monjas o dueñas, todas de familias nobles, y redactaron un acuerdo para atender la petición. Junto a Dª Blanca se hallaban doña Isabel de Alagón, doña Elisén Çatorra, doña Nicolana d’Aranyo, fr. Guillermo Bareylles y fr. Pero Dellup. En nombre de todo el convento firmaron las citadas personas, actuando de testimonios fr. Guillem de Bernat, el maestre Guillem de Ballabriga, Pelegrín d’Onoro y Domingo Scaniella, todo ello ante el notario de Sixena (Sijena) Ramón de Palacio.
La peyta o impuesto anual que satisfacían los hombres de Ontiñena quedó rebajado a 1.000 sueldos anuales a satisfacer en el día de San Miguel de septiembre. Se les concedía, además, escribanía y sayón propios a condición de presentarlos para su aprobación al convento. Se les permitía y confirmaba la caza libre en el término, no pudiendo vender las hierbas ni entrar ganado ajeno a la gente del monasterio, so pena de cien sueldos por cada cabeza hallada incumpliendo dicho privilegio. Se les concedía además toda la madera necesaria para leña y hacer carbón.
Reunidos más de cincuenta cabezas de familia de aquella localidad ante la puerta de la iglesia -dedicada a la advocación de Santa María- les fue leído el privilegio, escrito en aragonés, y conservado en el Archivo de la Corona de Aragón. Todos los presentes lo aprobaron satisfechos. Incrementa la importancia de aquel privilegio el largo listado de los nombres de sus vecinos presentes en el acto. Por su trascendencia -pues rescata nombres olvidados en más de seiscientos años- queremos dejarlos anotados. Estamos seguros que los actuales vecinos sabrán valorar la importancia de la recuperación de sus predecesores.
Los presentes en el acto eran: Domingo Pérez d’Etura, su corredor público o llamador; Domingo Gaçet o Garer y Guillem de Perola, sus jurados; Berenguer de Bielsa, Domingo Blasco Monçonís, Ramon de Capiella, Domingo Cenedo, Ramón don Paullo, Domingo Melero, Domingo Duerto, Johan Melero, Domingo Granilla, Pero Tornero, Arnalt de Sarat, Johan de Les Vispes, Domingo Company, don Johan de Sevil, Ramón de Bielsa, Bernat Granyllo, Mateu d’Alens, Pero Pastor, Felip de Capiella, don Ponç Cambra, Miquel de Grayllera, Pero Company, Guillem Durán, Pero Ferrer, don Pero Turmeda, Alegre de la Grayllera, Johan Andreu, An de Berga, Johan Mercero, Pero Rosell, don Ramonet Bertrán de Graç, Pero Inquidor, Domingo de Bielsa, Salvador de Perala, Domingo de Bora, Domingo Villanova, Bertholomeu d’Albelda, Pero Castellón, Guillem de Palo, Domingo Tornero, Domingo Gaví, Domingo de Perola, Pero Borra, don Domingo Puyazuelo, Johan de Perola, Bernat Ramón, Pere de Perola, Ramón Barón, Ramón de Monçonís, Pere de Berbegal y Miquel de Xea.
Testimonio de la lectura pública hecha ante la iglesia de Ontiñena fueron: fr. Guillem Bernat de la Dux fraile de Sijena, el maestre Guillem de Ballabriga, don Jayme Puyazuelo clérigo y vecino de Ontiñena y Ramón de Miranda vecino de Campdasnos (Candasnos).
Seguramente estos vecinos citados no sólo padecieron la crisis referida, sino que muchos de ellos debieron vivir la entrada de tropas francesas por la ribera y que asolaron el Cinca en años posteriores. Quizá este hecho hizo que desaparecieran algunos documentos, pues en el año 1361 los hombres de Ontiñena pidieron una copia o trasunto de aquel privilegio. La copia la redactó San de Gavín, notario de Ontiñena, verificando su autenticidad y exactitud el notario, también de Ontiñena, Ramón de Monçonís. Hoy volvemos a rescatarla simplemente como recuerdo histórico.