Una cuestión que despertó nuestra curiosidad intelectual desde hace largo tiempo fue la del reparto de Fraga después de ser recuperada por las armas cristianas. El siglo XI trajo una importante novedad para la historia del Bajo Cinca. Los reyes aragoneses, deseando ensanchar su reino, se propusieron la conquista de Monzón y de Barbastro. El límite de sus conquistas llegarían a las mismas puertas de Fraga, concretamente a Zaidín. Así lo reconocía el aragonés Antonio Ubieto en su descripción del “minirreino de Monzón”. El Libro Verde de la Catedral de Lérida recoge la delimitación proyectada por las aspiraciones del rey aragonés sancho Ramírez, para 1089: Dice: “por el este hacia la Clamor de Almacellas, y por el sur con Albalate de Cinca y Zaidín”. De igual manera, en el año 1092, hacía lo propio el infante Pedro de Aragón, su hijo, al redactar un documento conservado en el Archivo de la Corona de Aragón (perg. Ramón Berenguer II, nº 79), en que expresa la futura delimitación de Monzón y sus términos: “Hasta Raymat, Almacelles, Sucs y Gimenells y pasando por Zaidín...”. Es decir, las aspiraciones aragonesas en la fecha dejaban fuera de ellas a Fraga y sus numerosas aldeas.
Por otra parte, los condes de Urgel y de Barcelona querían hacer lo propio con Balaguer, Lérida y Fraga. Los pactos hechos por dichos condes sobre sus aspiraciones a Lérida y a Fraga, en el mismo siglo XI, confirman esta pretensión. También los aragoneses aspiraron a la conquista de Fraga después de la toma de Zaidín, como es de todos sabido; si bien nunca tuvieron éxito en solitario. Las intenciones de considerar a Fraga como catalana fueron evidentes en la definitiva conquista de 1149. Fraga quedó incluida a la diócesis de Lérida y a la administración de la ciudad de Lérida y a su justicia.
¿Cuál es la cuestión que deseo plantear? Se trata de clarificar de una vez las afirmaciones vertidas por el autor del trabajo “Discusiones entre los obispos de Lérida y los templarios de Monzón”, donde añade datos inexistentes en la documentación: “Como puede apreciarse –dice su autor- sigue toda una línea que va desde el Pla de Montsó (mal llamado hoy Pla de Lleida), Clamor Amarga, Fraga, etc.”. ¿Dónde ve escrita la palabra Fraga en las delimitaciones anteriores? Para abundar en su errónea interpretación argumenta el mismo autor que la investigadora Ángeles Masià de Ros ya incluía a Fraga como aragonesa después de la reconquista, en su estudio “Los límites entre Aragón y Cataluña” (BABL, XXII, pp. 161ss), trabajo publicado en el año 1949. Curiosamente, dice totalmente lo contrario: que Fraga es catalana en el periodo de estudio realizado por ella para los siglos XIII y XIV, si bien confiesa ignorar o precisar o determinar desde cuándo.
Es comprensible el error de interpretación. Nosotros mismos caemos frecuentemente en ellos, cuando aparecen documentos nuevos, y hay que generar hipótesis de trabajo. Lo lamentable es que las afirmaciones de aquel autor fueron usadas como base argumentativa en la reciente segregación de diócesis. Después de la presentación de nuestro trabajo La Baronía de Fraga, queda clarificada la cuestión de cómo Fraga pasa de catalana a aragonesa a finales del XIV y efectivo a nivel político con su acentuación y presencia en Cortes a inicios del XV. No debiera hacernos miedo conocer la realidad histórica, sólo porque se nos había dicho lo contrario. Como fragatino y como aragonés busco la realidad histórica.
Por si fuera poco, y con la pretensión de desmentir el pertinaz error del mismo autor, al analizar la donación papal de 1089, referente a la constitución del futuro obispado de Monzón, que nunca se llevó a efecto, menciona la posibilidad de incluir a Fraga en aquella hipotética diócesis. Intención que quedó anulada al restaurarse desde 1149 la diócesis de Lérida. Aquella promesa, hecha al obispo Raimundo Dalmacio (1077-1094), cita diversas iglesias del Cinca, como: Alcolea, Chalamera, Ballobar, Oso de Cinca, Calavera junto Belver de Cinca, Albalate de Cinca y Zaidín. La mención a las “iglesias de Fraga” creemos que se refiere a las iglesias del extenso territorio, como: Fraga, Peñalba, Candasnos, Torrente, Cardell, Vermell, La Almunia, Buarz, Torreblanca, Mont·ral, las ermitas de San Salvador, San Valero, Daimuç... que pasaron directamente al obispado de Lérida desde 1150.
No debe olvidarse que fueron obispos y reyes aragoneses -el rey Pedro I a instigación del obispo Poncio (1097-1104)- los que inventaron la falsedad de que el obispado de Roda era precisamente la continuación del de Lérida. Invento que nació de la mano de los obispos Raimundo Dalmacio de Monzón y del obispo García de Jaca para oponerse a las pretensiones de su homónimo de Urgel que deseaba la subordinación y el control del de Roda.
Siendo Fraga uno de los términos más importantes de la frontera medieval con Al-Andalus, y siendo una de las zonas más ricas en recursos y población hasta inicios del siglo XIV, ¿qué interés existe en minimizar su historia y trascendencia? De nuevo, el mismo autor al que nos estamos refiriendo -con poco interés en resaltar nuestra historia local positiva- afirma en otro de sus escritos: “Advertimos que Fraga, debido a la fuerte arabización que experimentó nunca sobresalió en el terreno eclesiástico y civil (¿?)”. Permítaseme demostrar lo contrario. Aunque sea en estas modestas páginas.
Los fragatinos de hoy nos proclamamos orgullosamente aragoneses. ¿Nos debe dar vergüenza conocer nuestra historia, incluso la parte que no nos guste?