El estudio de las comunidades judías de Fraga y de las riberas adyacentes – Cinca y Segre- merecen estudios amplios y profundos. A nuestro parecer, aquellas aljamas son un ejemplo vivo de cómo consiguieron sobrevivir en medio de las crisis generales del final del siglo XIII o de inicios del XIV. Periodo que coincide con la reclamación unilateral de Fraga por los aragoneses. La villa de Fraga y su amplio término habían conseguido atraer a una abundante población, y gozaba de prosperidad económica en las primeras décadas del catorce. En ese contexto próspero recordaremos algunas anécdotas de las muchas que conserva el archivo de la Corona de Aragón:
Primera anécdota. Uno de los judíos residentes en el call de Fraga hasta 1300 fue Dola Alfahuell, que ante la inseguridad vivida en la localidad desde 1287, decidió trasladarse a Tortosa con la autorización pertinente del monarca. La ciudad de Tortosa debía ser un referente importante para el comercio fragatino y, por lo tanto, para los judíos de Lérida y de Fraga, cuyas aljamas se hallaban entonces vinculadas. Las autoridades de Fraga exigieron durante diez años que el judío Alfahuell satisficiera los impuestos propios de la villa de Fraga –las peytas por las propiedades que tenía en ella. Este fragatino consiguió del monarca Jaime II que el justicia, jurados y universidad de Fraga se inhibieran de sus peticiones. El citado rey mandó así mismo al veguer de Lérida, de quien dependía Fraga, que defendiera al judío Alfahuell y obligara a restituirle todo lo que se le hubiere tomado.
Segunda anécdota. La noticia aconteció en verano del año 1318, cuando el señor de Fraga, Guillermo de Montcada, tomó presos a diversos judíos de la villa a quienes demandaba importantes cantidades de dinero si deseaban su liberación. Como no podían pagar lo reclamado, sin que les sobreviniera su ruina económica, se negaron a satisfacer las abusivas demandas del noble Montcada. Con el consentimiento del citado noble, los cristianos de Fraga empezaron a molestar, oprimir y vejar a la comunidad judía de Fraga hasta tal punto que el rey Jaime II tuvo intervenir en defensa de los judíos. La actitud anti-judía se extendió por las localidades de Ballobar y de Zaidín, influenciadas por Fraga. Ante el cariz que habían tomado dichos escándalos, el citado monarca remitió a la villa de Fraga a Johan Huguet, miembro de su corte, para que tratara con los jurados y prohombres sobre las recomendaciones que éste les transmitiría, o sea, las de dejar en paz a los judíos de Fraga.
Otra anécdota. Como los impuestos de los judíos de Fraga debían satisfacerse a la colecta de Lérida, la aljama fragatina fue reclamada en 1320 para que pagara la parte proporcional de los 10.000 sueldos barceloneses (s.b.) que la corona reclamaba para sus necesidades, que debían recaudarse entre todas las comunidades pertenecientes a dicha colecta. También de la colecta de Gerona reclamó otros 90.000 s.b., cantidades, al parecer, con las que el rey quería satisfacer todas las deudas que dejó Armengol, conde de Urgel, tras su fallecimiento. A cambio, los judíos recibieron una especial protección de la corona por la cual no podían ser reclamados por sus acreedores durante los cuatro años siguientes a dicha recaudación. La riqueza económica de las aljamas y la protección de los monarcas a los judíos y a sus aljamas eran temas que crispaban a las comunidades no judías, sobre todo en momentos de crisis.