Un curioso documento, localizado por Jean Regné, y recogido posteriormente por Rodrigo Pita Mercé en sus notas sobre judíos de Fraga, nos informa que el Archivo de la Corona de Aragón de Barcelona conserva la noticia que menciona al judío de Fraga Yakov Saparrer. Este judío fragatino se hace acompañar de un doméstico o criado, también fragatino, llamado Isaac (Yitzahk) Ely. Ambos personajes manifestaban su deseo de regresar a la judería de Fraga, situada junto a la calle Barranco, tras el Montcada. Se hallaban en Egipto, y su visita no fue precisamente turística.
La noticia quedó reflejada en un documento de salvoconducto concedido por Jaime II rey de Aragón, de Valencia, Mallorca, y conde de Barcelona, por el que se nos da a conocer que habían partido en el año 1317. Por dicha licencia el monarca les autorizaba a trasladarse de nuevo a Fraga en el plazo de los seis meses siguientes a la concesión. Era la fórmula habitual para los cambios de lugar de las personas que dependían del rey, como el caso de los judíos de la aljama de Fraga, que era comunidad de realengo. El citado Saparrer, y su doméstico o acompañante Ely, pasaron ocho años continuos en Egipto y próximo Oriente, lugares cuna de religiones.
Además, el traslado a lugares exóticos, como lo era Egipto -ruta habitual de comerciantes que recorrían ciudadanos sin permiso-, era vigilada y perseguida por la ley del comercio. Siempre hubo gentes que buscaron la riqueza fácil evadiendo los impuestos. Debemos recordar que quienes traían productos exóticos sin autorización eran mecedores de penas ya establecidas en las leyes vigentes de la época. Pero nuestros personajes recorrieron el Mediterráneo buscando algo más que riquezas y bienes materiales. Lo habitual era que los judíos emigraran a Egipto para adquirir productos comerciales. No fue el caso del fragatino Saparrer.
Nuestro joven Saparrer debía pertenecer a una de las familias judías de la época, y el propósito del viaje fue la de completar sus estudios junto a los grandes rabinos de las sinagogas de El Cairo, Alejandría o Jerusalén. Tomó pasaje en el puerto de Barcelona, probablemente en uno de los barcos de una de las compañías catalanas que efectuaban ruta comercial hasta Alejandría. El joven Saparrer debía conocer las lenguas hebrea, árabe, latín y catalán, lengua esta última común a todos los territorios de la Corona de Aragón, como lengua de prestigio, y usada frecuentemente por la Cancillería Real. Parece que el viaje tuvo como propósito completar la formación humana y religiosa de Yakov Saparrer, con los conocimientos de filosofía, medicina y derecho emanados de las escuelas orientales, naturalmente completados con el estudio e interpretación de la Torá y del Talmud. En Egipto, y posiblemente también en Jerusalén, pasaron aquellos fragatinos ocho años, al cabo de los cuales solicitaron su regreso a Fraga, como queda constancia en la documentación consultada, fechada en 9 de julio de 1325. Lleva la firma del rey Jaime II, fechada en Calatayud.
Algunos de los nombres de judíos que residían en la aljama de Fraga en aquellas fechas fueron: Salamón, Juceff y Abraham Alfauell, Salomón Alfranci, Mosse Allaremi, Mosse Ascharell, Jucef Atab, Astruch Sinoga o Salomón de Tarragona. La afluencia y prestigio social de aquella aljama fragatina fue innegable. Consiguieron que Guillermo de Montcada les concediera unas excelentes ordinaciones en defensa de su gente y su barrio, y en su relación con el resto de los habitantes de Fraga. Su sinagoga debió contar algún tiempo con las experiencias y conocimientos de Yakov Saparrer y el testimonio de su compañero Isaac Ely. La sinagoga era el lugar frecuente de reuniones de los judíos: servía de escuela, ceremonias y rezos religiosos y asambleas comunitarias para discutir cualquier cuestión de la vida de los judíos de Fraga. Aquel recinto, situado dentro de su judería o collae, debió ser el marco ideal para escuchar las enseñanzas aprendidas por aquellos dos fragatinos viajeros.