La política de alianzas en época medieval se basada fundamentalmente en el pago de parias o tributos anuales. Esta fue la tónica general de la segunda mitad del siglo XI en los territorios feudales. Todos los estados peninsulares vivieron inmersos en este sistema: los cristianos, para beneficiarse de forma fácil de una fórmula lucrativa que les enriqueció en pocos años; los musulmanes, para canalizar el apoyo de los príncipes más poderosos, en defensa de las pretensiones de otros; y los judíos, para demostrar su superioridad con una cultura primigenia al cristianismo.
Fraga, ciudad principal de la frontera musulmana, vivió unos años inmersa en esta política, hasta mediados del siglo XII. Sin embargo, una ruptura con lo musulmán se produjo en Fraga al ser reconquistada por los cristianos. La cantidad de moneda musulmana circulante entre los cristianos de Cataluña y Aragón –y por lo tanto en Fraga- fue tal, que se produjo –al decir de J.A. García Cortázar- un proceso inflacionista en la moneda, llegando a perder la mitad de su valor por la rebaja permanente del oro aportado con las mazmudinas árabes.
Ya en 1055 el rey de Castilla y León, Fernando I, tras sus victorias ante príncipes musulmanes de Zaragoza, Toledo y Badajoz, les obligó a pagar tributos en monedas árabes, -según apunta M. Tuñón de Lara: “Cuando [Fernando] se dirigió a los estados de Toledo, salió a su encuentro Mamun y ofreció a Fernando inmensas cantidades de oro, plata y piedras preciosas, y se declaró vasallo y tributario suyo, como ya habían hecho los de Badajoz y Zaragoza” (Monasterio de Silos, c.91-93).
Este periodo del siglo XI se corresponde precisamente con el gobierno de la dinastía de los Banu Hud en Zaragoza (1040-1093). Es admitido históricamente que el primer rey de esta dinastía fue el rey Suleyman, a quien sucedió uno de sus hijos, Al-Muqtadir (1046-1081). En tiempos del primero, Fraga fue asediada por el conde de Urgel, quien consiguió que los fragatinos moros le pagaran parias desde el año 1056. El mismo conde, sin romper relaciones con los condes correligionarios de Barcelona y el de la Cerdaña, también hizo tributarios a los de Monzón, Barbastro, Lérida y Balaguer. La frontera norte musulmana empezaba a tambalearse.
Según Beuter, Fraga se vio obligada a pagar parias también al rey de Castilla, Fernando I, desde 1063. El rey castellano era hermano político del rey de Aragón, Ramiro, a quien quiso favorecer seguramente por su falleciendo en el asedio de Graus. De inmediato, Fraga miró en dirección contraria y buscó el apoyo del conde de Urgel, protección que fue efímera, porque el conde falleció ante los muros de Barbastro en 1065. Algunas crónicas afirman que la cabeza de dicho conde fue conducida como trofeo al valí de Zaragoza. No obstante, la muerte del de Urgel que ya aspiraba al dominio de Lérida y Fraga en años anteriores, supuso un duro golpe para el rey Sancho Ramírez de Aragón, -según dice Gerónimo Zurita- pues como suegro del de Urgel, por su matrimonio con Felicia, hija del rey de Aragón, mantenían muy buenas relaciones. Podría deducirse que las ayudas entre Aragón y los condes catalanes eran deseadas, porque se necesitaban en el objetivo común de reconquista.
Animado el de Aragón por la recuperación de Barbastro en 1068, como continuador del asedio iniciado por el de Urgel, arremetió con furia contra todos los pueblos cercanos a su frontera. Del mismo modo, el conde catalán de Barcelona, Ramón Berenguer III, promulgaba los Usatges de Barcelona, redactados previamente en Tolugues (Francia), con cuyas leyes pretendía controlar a los nobles catalanes en el avance hacia la frontera musulmana. La aparición de los usatges supuso una auténtica novedad: representó el código de derecho civil, político, penal y procesal más antiguo de Europa. Era la nueva visión de hacer país: unificar a todos los habitantes de sus dominios bajo unas mismas leyes. Por el contrario, la unificación de los Fueros aragoneses no se efectuaría hasta unos doscientos años después.
En la Fraga del siglo XI, concretamente en el año de 1071, se invocaba el nombre del más grande los líderes musulmanes: Yusuf Ibn Texufin. El historiador Huici dice de este emir: “Se invocaba su nombre en el Andalus y en el Mogreb en 1.900 almimbares, y su reino se extendía desde la ciudad de Fraga, la primera de tierra de Francos, por el lado Oriental de Andalus, hasta el fin de la provincia de Santarén y de Lisboa, en el Atlántico, al Occidente de al Andalus, con una distancia de 33 días de largo y casi 8 de ancho”. Pasados escasos cinco años de la citada fecha, Fraga se hallaba implicada en nuevas guerras civiles protagonizadas por los reyes de Zaragoza y el de Lérida, Al-Mugtadir y Al-Mutadir, respectivamente. La medina Afraga fue obligada a vincularse a Zaragoza, alejándola de su capital natural; incluso Lérida acabó pactando con el de Zaragoza obligada a satisfacer un tributo mensual de 100 mancusos -otra moneda de oro de la época: “et dono tibi centum mancusos, per unumquemque mensem”.
Parece afirmarse que el numerario en moneda musulmana circuló profusamente por tierras del Bajo Cinca, así como por los condados catalanes, hasta el punto que los propios cristianos se pagaban con moneda musulmana.