¿Por qué a Fraga se la dotó con un concejo en 1201?

La creación del primer concejo municipal para el gobierno de Fraga fue concedido por el rey Pedro el Católico, en 1201. Esa es noticia de sobras conocida por nuestros lectores. Si Fraga y Lérida fueron adquiridas por los cristianos en la capitulación del 24 de octubre de 1149, ¿por qué la creación del primer concejo había de esperar al año 1201? Durante el medio siglo que media entre la capitulación musulmana de Fraga y la creación del concejo iban a suceder muchas cosas en la creciente Corona de Aragón, en esos momentos formada por Aragón, la incipiente Cataluña y los territorios al Sur de Francia.

El conde Ramón Berenguer IV, aún antes de casarse en Lérida con doña Petronila, estaba defendiendo las fronteras de Aragón lindantes con Castilla. Entonces Castilla era un reino temido por los aragoneses. El hijo del conde, Alfonso, el primer rey de ambos territorios, Aragón y Cataluña, mantuvo las leyes propias de cada cual, las monedas, las instituciones… Y se empeñó en ampliar el dominio territorial por el norte del Pirineo y por Teruel. Necesitaba afianzas su corona incrementando su poder frente a la nobleza, que no quería ser dominada ni controlada. También les correspondió empezar la fijación de fronteras entre ambos territorios, como el conocido acuerdo de La Fatarella.

Con la llegada al poder de su hijo Pedro el Católico, nieto del conde catalán, la situación política y social estaba muy radicalizada. Por un lado, estaba obligado a intervenir por sus amplios dominios en el sur francés a las presiones de rey galo, o contra el cruzado y noble Simón de Monfort, que usurpaba posesiones pertenecientes a la Corona de Aragón. Los nobles, especialmente aragoneses, pero también catalanes, desafiaban al monarca en sus rentas, en sus fueros, en su empecinamiento en mantener un estatus feudal que les favorecía. El monarca se vio obligado a fijar su mirada en sus vasallos, especialmente en los vasallos de las ciudades. Estos le ofrecían ayudas económicas sin tantas reticencias y mostraban una mayor fidelidad frente a las pretensiones del clero y de la nobleza. Reticencias del clero también. Por ejemplo, el papa Inocencio III consiguió astutamente que el rey aragonés se infeudara al papado, con un pago anual de 250 mancusos -moneda de oro de la época- o que Roma tuviera el patronato de todas las iglesias de la Corona de Aragón. Es decir, la Corona de Aragón se convirtió en un feudo de Roma.

El rey Pedro, con un futuro inseguro, optó por buscar soluciones que favorecieran a la monarquía: pactar el matrimonio de su hijo Jaime el Conquistador, que no quería reconocer como hijo legítimo, con la hija de su enemigo en el sur de Francia, en territorios propiedad de la Corona aragonesa, el noble Simón de Monfort; por otro, dar esperanzas al abad de Montearagón, el infante Fernando, cabecilla de los rebeldes aragoneses, como posible sucesor a la Corona de Aragón si fallecía el joven Jaime; y por otro, apoyar a las ciudades. El rey Pedro confiaba plenamente en ciudades como Montpellier, Carcasona, Barcelona, Gerona, Tarragona –no tanto en las ciudades de Aragón, porque, dominadas por señoríos laicos, apenas le apoyaron en su coronación en Roma ni el la lucha por la defensa de la zona norte en las cuestiones de la herejía cátara, en cuya tierras -frente a Muret- había de encontrar la muerte por falta de ayudas de los nobles.

El apoyo del rey a las nuevas ciudades como Lérida y Fraga eran vitales para el monarca. Lérida recibió la concesión para la creación de concejo poco antes, en 1199; Fraga, en 1201. Este privilegio, unido a los privilegios de franquicias de impuestos por varios años, aseguraron la alianza de Lérida y Fraga a un monarca que había de fallecer dejando a su hijo Jaime con una corona que le venía inicialmente grande. No sólo por sus cinco años, sino por los graves problemas que heredaba de su padre.

No es de extrañar que el joven rey Jaime, el Conquistador, favoreciera aún más a Fraga con la confirmación de los fueros, la cesión de nuevos territorios de explotación municipal -como el Vedat- o la confirmación de que el concejo de Fraga debía estar representado por cuatro de sus mejores hombres a elegir anualmente en días precedentes a la Navidad. En ese sentido, el rey Jaime siguió la política iniciada por Alfonso, su abuelo, y por el rey Pedro el Católico, su padre.

La concesión de 1201 representaba para los fragatinos la alianza de un pueblo con la monarquía del momento. Una copia de dicha concesión está en manos del Ayuntamiento de Fraga, obsequiada por el que suscribe en el 800 aniversario. Esperemos que algún día pueda contemplarse como elemento imprescindible de nuestro patrimonio histórico.

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