En más de una ocasión hemos defendido la tesis de las migraciones de los sarracenos o moros de Fraga a otros lugares lejanos, como al reino de Valencia o a Marruecos y a Túnez. Hoy queremos resaltar el posible interés que pudieron tener algunas familias del Cinca para trasladarse a la cercana ribera del Segre.
Inmerso en consultas de biblioteca, hallé un comentario a una tesis doctoral en el Anuario de Estudios Medievales (2004) centrado en las investigaciones de doña Marta Monjo i Gallego. Está centrado en la evolución de las aljamas sarracenas del Bajo Segre, donde incluye Mequinenza. Nuestro interés estaba claro al pretender encontrar alguna relación con las aljamas del Bajo Cinca. De todos es sabido la escasa distancia entre ambas zonas, Segre y Cinca, y la profunda vinculación histórica en el pasado y en el presente.
En el trabajo que realizaba la citada autora afirma que los conquistadores, especialmente nobles y religiosos, implantaron el sistema feudal en dichas comunidades e impusieron cargas contributivas y censos, muchas veces gravosos, que llegaba a provocar el abandono de la villa en la que habían vivido ocho siglos. Su exilio fijaba su atención en otros lugares ocupados por sus correligionarios. En otros casos su emigración correspondía a un simple alejamiento de las rar amenazadas y costumbres extrañas de los cristianas. No hay que olvidar que aquellos moros de los siglos XII al XVI, dominados por la cruz, fueron a su vez descendientes de cristianos convertidos a la religión musulmana por otras imposiciones en tiempos anteriores.
En cualquier caso, las localidades vecinas de Soses, Serós, Aitona, Torres y Mequinenza, entre otras, son motivo de análisis por la citada autora quien, entre otras cosas, afirma que los asentamientos de dichos pueblos no eran más que pervivencia de épocas ibero-romanos. O sea, los moros de dichos lugares continuaron el poblamiento del Segre y su brillante explotación agropecuaria iniciada por sus predecesores. Podría decirse que su producción excedentaria se remontaba a la época ibérica-romana. Los islámicos la mejoraron con la creación de un sistema de acequias y molinos, o protegiendo las riberas con un sistema de torres y fortalezas de guardia, sobre todo después de la caída de Barcelona en el 801. Los excedentes comerciales los centralizaban en las ciudades que habían sido centros políticos desde siempre, como fue Lérida, y con peso menor medina Fraga, Balaguer y Tortosa. Debemos recordar que el distrito sarraceno de Lérida comprendía un extenso territorio que alcanzaba las riberas del Cinca y del Segre por el oeste y por sur. En realidad, ese extenso territorio no era más que la mencionada pervivencia del sistema vigente desde la época íbero-romana, territorio que fue conocido como la Ilergecia.
Con la llegada de los cristianos al Baix Segre y al Baix Cinca, a mediados del siglo XII, este sistema milenario llegó a su fin; los numerosos feudos de cristianos centralizaron su interés en beneficio, no del territorio, sino de la persona que los monarcas instalaban en cada feudo. Uno de los feudos o señoríos más relevantes en la zona del Segre y del Cinca fue el de los Montcada. Crearon inclusive la Baronía de Aitana, que comprendía lugares y villas como Aitona, Serós, Soses, Mayals, Vilaseca, Corrego, Algorfa, Carratalà (estas tres últimos despoblados posteriormente), Mequinenza, Ballobar, y Fayó. Una de las ramas de estos Montcada extendió su señorío por el Cinca, incluyendo: Fraga, Vilella, Saidí, Peñalba, Albalate y sus términos... Es decir, el sistema de explotación derivó más en beneficio de unos pocos que de la mayoría.