Torralba era una de las numerosas aldeas desaparecidas en la rica zona del Bajo Cinca. Estaba situada a unos tres kilómetros aguas abajo de Torrente de Cinca, cercana al río, pegada a la vía romana, conocida como la Vía Augusta, popularmente como camino del Diablo. Actualmente Torralba es el nombre de una partida de cultivo bañada por el Cinca, y en el lugar donde estuvo la localidad sólo queda una explanada sin que apenas se hayan hecho prospecciones arqueológicas in situ.
Creemos que esta localidad debió formar parte de las llamadas Almunias de Fraga y, de hecho, estuvo gobernada tras la reconquista por el mismo gobernador de Fraga, Arnald de Pallars, de la misma manera que lo fue Torrente de Cinca. Con el hijo del dicho Arnald, Ramón de Pallars, se produjo la cesión de Torrente de Cinca y de Torralba a la Orden del Hospital de San Juan de Jerusalén en pago de una deuda contraída por su padre. Con el señorío de los Hospitalarios en Torrente empezó el alejamiento de esta localidad del dominio de Fraga que era, en el siglo XII, la villa más importante de la zona.
Sucesor en la gobernación de Fraga y territorios de la misma fue Arnaldo Eril (entre 1184-1192). En tiempos del dicho Eril, los Hospitalarios concedieron carta de población a los pobladores de Torralba, reservándose el monarca Alfonso II de Aragón, I en el Principado, el horno, el molino y el palacio para sí y sus descendientes. Si bien no lo dice la documentación, debemos entender que el horno era de pan, el molino de harina y el palacio un edificio con torre de vigía, herencia de la torre de control al paso de la vía romana llamada Augusta.
Las noticias sobre una iglesia en Torralba pertenecen a años más tardíos. Lo mismo que la presencia de un molino de aceite, datada en el año 1260. Como los hombres de Torrente y Torralba debían acarrear sus olivas al molino que los Hospitalarios tenían establecido en Fraga, por concesión de 1188, los hombres de Torralba autorizaron a la citada orden para que estableciera en la citada fecha un molino y una casa junto al mismo, pero con la condición que debía gestionarse para dichos hombres de Torralba con las mismas condiciones que funcionaba el de Fraga. Con dicho fin se reunieron algunos hombres de Torralba con el preceptor o ministro de la Orden del Hospital de San Juan de Jerusalén quienes firmaron la autorización de dicho molino a perpetuidad. La siguiente lista de firmantes tiene un valor incomparable. Por un lado nos presenta pobladores de la desaparecida Torralba, por otro, ya nos presenta algunos de los apellidos que han llegado hasta nuestros días. Aquellos firmantes eran: Bernardo Camagerda, Vidal Pastor, Pedro d’Alós, Pedro Çafareg, Raymundo Zabater, Bernardo Adam, Raymundo Coma, Pedro d’Almenar, Raymundo d’Aran, Bartolomé Coma, Pedro d’Abinimar, Bartolomé Morel y Bernardo Morel. El que aceptaba la autorización para construir el molino en Torralba era fr. Benach de Zacomembella, preceptor del castillo de Torrente de Cinca, en nombre de todos los frailes de la Orden de San Juan. La concesión autorizaba a construir una torre o casa junto al molino, construcción que, unida a la torre del palacio o a la torre de la iglesia, no puede negarse ofrecerían un aspecto imponente. Incluso siglos más tarde, cuando todos ello se convirtió en ruinas por causas de guerras. No debe extrañarnos que Torralba y su partida adquiriera el sobrenombre de Las Torrasas, tal como todavía denominan los vecinos y naturales de Torrente de Cinca a la explanada donde estuvo ubicada la desaparecida localidad de Torralba.
El documento de dicha concesión, conservado en Madrid y del que poseemos copia, insiste en que los frailes de la orden debían construir dicho molino para producir aceite, siempre junto a la aldea o término de Torralba, molino que sería propiedad de la Orden a perpetuidad. Con esta concesión, los hombres de las Almunias, los de Torrente y los de Torralba, garantizaban su molienda al tener dos opciones, Fraga y Torralba, con la nueva ventaja de que iban a disponer de un molino más cercano. Además, presuponía una nueva ventaja: enfrente de Torralba se hallaba instalada la barca que comunicaba con Escarp, torre y monasterio cercano a Massalcoreig, establecido desde 1213. La comunicación a través del Cinca quedaba garantizada e, incluso, ampliaba las posibilidades comerciales de la legendaria Torralba con las vecinas localidades del Segre.
El documento en cuestión lleva la firma del notario de Fraga, Pedro Fardonis, y las firmas de los testigos Pedro de Monreal y Vicente Mir. Todos estos nombres, junto a los citados anteriormente, -Camagerda, Pastor, Alós, Çafareg, Aran, Zabater, Coma, Abinimar y Morell,- representan algunos de los actores más antiguos de la historia de nuestra ribera. No hay duda de que la vida económica de nuestra comarca estaba en auge en el siglo XIII, como apunta el establecimiento de aquel molino de 1260 junto a la desaparecida Torre Auba del Cinca.