En más de un ocasión hemos oído o leído que las religiones cristiana, judía y musulmana convivieron pacíficamente. Sin embargo, hemos podido comprobar que la documentación coetánea demuestra todo lo contrario. Las aljamas judía y sarracena de Fraga estaban separadas entre sí y separadas naturalmente de la cristiana, la dominante. Los judíos de Fraga de regían por los mismos preceptos que la aljama de Huesca, aunque contribuían como catalanes a la ciudad de Lérida. Por su parte, los musulmanes contribuían junto a los cristianos a la ciudad de Barcelona a través del procurador real de la villa; hasta 1375 como catalanes y, con posterioridad a dicha fecha, como aragoneses.
Cada comunidad tuvo vida propia pero, en ocasiones, el clero y el concejo de la villa organizaban procesiones y desfiles con motivo de efemérides monárquicas; o sea, de los nacimientos, de las bodas o de las defunciones reales. Inclusive cada una de las comunidades exhibían bailes y cánticos, que debieron ser muy aplaudidos por toda la población. En 1387, con motivo de las exequias del rey Pedro IV, los sarracenos y los judíos de Fraga se enzarzaron en una tremenda pelea por defender cada uno su derecho de encabezar el desfile. No era la primera vez que ocurría algo semejante y, para dilucidar la cuestión, el rey Juan I determinó que los judíos debían ir delante, por ser la religión que derivó de Moisés la más antigua. Criterio que sirvió para aplicarse a otras localidades donde las aljamas estuvieran en igualdad de fuerzas o en las que pugnaron por el predominio en su presencia pública.
Ya hemos dicho que no fue un hecho aislado. Aunque las huellas documentales son menos frecuentes de lo deseable, el profesor Jaume Riera documentó sucesos semejantes en Daroca para 1291, para Huesca en 1324, en Daroca de nuevo en 1389, en Huesca en 1399, en Albarracín en 1407 y nuevamente en Huesca en 1436. En el caso de Fraga llegó a determinarse que los desfiles se efectuaran por itinerarios distintos para cada comunidad. Esta medida decretada en 1387 sirvió de argumento para generalizar dicha tradición fragatina. Si tenían que salir las tres religiones juntas, la judía debía preceder a la musulmana. Sólo existe una excepción conocida: las danzas y júbilos que se celebraron en Huesca debían ir precedidos por los sarracenos. El argumento para tal excepcionalidad, otorgado en 1392, se basaba en que los moros de Huesca ayudaban con las armas a los monarcas en sus contiendas. Revocada esta concesión en la capital oscense, volvió a ser efectiva desde 1436 por privilegio de la reina María de Castilla. Probablemente relacionada esta fecha con la presencia de los danzantes de Huesca.
La pertinaz presencia de tumultos era también atribuible a una conducta insolidaria en el seno de su comunidad. En nuestro caso concreto, los alborotos y agresiones ocurridas en Fraga en 1387 fueron provocados concretamente por los sarracenos. Multados éstos con mil florines de oro, tuvieron que repartirse el gasto entre unas 160 familias de contribución.
Se han conservado tres documentos que hacen mención al caso de Fraga -conservados en el Archivo de la Corona de Aragón. Dicen así en su resumen:
1º) Orden del rey Juan I al baile de Fraga, Raymundo de Berbegal, para que atienda la reclamación que hacen los judíos de la villa contra los moros por los gastos de médicos y prosecución de justicia en la agresión que sufrieron (Barcelona, 23 de enero de 1387)
2º) Orden al baile de Fraga para que obligue a los moros y judíos de la villa a firmar paz y concordia y darse mutuamente seguridades de no agredirse (Barcelona, 25 de enero de 1387)
y 3º) Provisión del rey Juan I estableciendo la precedencia de los judíos de Fraga en las procesiones en las que asistan, respecto de los moros. (Barcelona, 28 de enero de 1387)
En circunstancias bien diferentes disponemos de noticias que nos describen la agresividad manifestada contra los judíos de Fraga o los distintos abusos cometidos contra los sarracenos de la villa. El móvil no fue siempre religioso, sino la necesidad económica y la pobreza en la que se vio inmersa toda la población fragatina desde finales del siglo XIV y todo el siglo XV, especialmente por parte de las minorías religiosas, circunscritas para un mejor control de las mismas en lo barrios o arrabales del Murallot y en la Collae, para musulmanes y judíos, respectivamente.