Todo apunta a que la villa de Fraga llegó a tener al menos cuatro hospitales en 1445. Esta atención hospitalaria representaba la herencia de años precedentes, pues en la citada fecha se mostraban ya la villa en un estado deprimente. Seguramente, como consecuencia de los años de pestes, que empezaron con la mortífera de 1405. La ausencia de camas, colchones, mantas, o lámparas en ellos, debió ser consecuencia de purificaciones y desinfecciones a causa de los apestados en ellos alojados. Aquellos hospitales de Fraga tuvieron nombre propio: Santa María, San Jaime, San Vicente y el Hospital de Miranda. Conozcamos algunas noticias de cada uno de ellos.
a) El hospital de Santa María, estaba destinado especialmente para pobres. Posiblemente este hospital fue el que dio origen al topónimo conservado hasta nuestros días de Hort de l’Hospital. No tenía ningún tipo de iluminación, por lo que se le obligó a colocar al menos una lámpara en su interior, cuando había hospitalizados. El edificio estaba muy deteriorado, con tres habitaciones amplias, que apenas conservaban camas. En la citada fecha de 1445 sólo disponía de siete medicamentos, alguno incluso caducado. La ropa para las camas era escasa: una de las habitaciones disponía de tres mantas y una sábana. Los colchones eran escasos, más escasas aún las camas, y disponía de una sola almohada o “coxinal”. Gracias a la acción del obispo de Lérida y de los jurados de la villa consiguió adquirir tres pares de sábanas y otras ropas. Para atender a los pobres que llegaban en tiempo de fríos, cansados, y muchas veces empapados, se les disponía algo de lumbre con leña. Curiosamente, estaba regido por una familia a título particular, el señor Amat y su esposa Antonia, que hacían de hospitaleros sin cobrar ningún sueldo. Se decía que cuando funcionó bien llegó a dejar rentas de hasta 100 sueldos. Sus altruistas hospitaleros merecieron el elogio y el aplauso de la población por la buena disposición y paciencia demostrada.
b) El hospital de San Jaime o de Santiago, parece que estuvo en las Afueras de la villa, en la parte de Las Atarazanas. Disponía solamente de dos habitaciones. También estuvo regido por una familia de la localidad, los señores Johan Cabrera y su esposa Caterina, que lo regían sin sueldo alguno. Este hospital tampoco tenía camas acondicionadas. Sólo dispuso de siete fragmentos de mantas y algunos cobertores: “set miges flasades noves et quatre oldanes”. Éste ni siquiera disponía de leña, y en algunas ocasiones se vio obligado a solicitar ayuda de los jurados de la villa. Al parecer, éste hospital se traslado posteriormente en Las Arribas.
c) Un tercer hospital estuvo dedicado a la advocación de San Vicente mártir. Probablemente estuvo a espaldas de la iglesia de San Pedro, y al parecer había estado ubicado primitivamente en El Tozal. Este hospital atendía especialmente a los vecinos de la villa. Su insalubridad fue proverbial. También atendió a viajeros y pobres forasteros. Desde 1875 se hicieron cargo de este hospital las hermanas de la Caridad de Santa Ana, quienes, aunque faltas de todo lo necesario, ofrecer una meritoria labor y un profundo y definitivo cambio.
d) Y un cuarto hospital del que tenemos noticias es el que se conoció como Hospital de Miranda, por el nombre de la familia que lo regentaba. Estuvo ubicado en Las Afueras de la villa, en terrenos de la huerta, en la margen derecha del río Cinca. En 1431 protagonizó una anécdota de la que ya dimos noticia. Aquella en la que el vecino de Sástago, Johan Pahons, peón agrícola, cayó enfermo precisamente cuando se disponía a regresar a su localidad natal. En la sala del hospital fue robado por Raymundo de Stopanyà y por Raymundo d’Orraqua, vecinos de la villa, en connivencia con una mujer que maquinó el hurto tras acelerar la muerte de aquel temporero. Los médicos residentes en Fraga, los hermanos Sent Jordi, resolvieron las circunstancias de la muerte y los desaprensivos vecinos fueron encausados.
Para el profano en la historia local fragatina puede producir cierta extrañeza descubrir que la villa llegara a disponer de tantos hospitales. Quizá debamos recordar que la pobreza vivida por la villa entre los años 1375 y 1450 no era patrimonio de nadie, sino una desgracia de todos, pues las pestes aludidas, incluso anteriores, fueron especialmente virulentas con la colindante Cataluña.